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domingo, 30 de junio de 2019

Cegada de rabia

Cegada de rabia

Su puño golpeó la poca ternura que en ella quedaba,
sus gritos evaporaron los recuerdos de niñez
ya no reconoció su  mirada 
su padre... ¡había muerto!

Con impotencia en un rincón
defendió a su hermano
los vecinos acostumbrados 
a los insultos
a los golpes en la pared
a los llantos y después al silencio,
nada pudieron hacer, 
¡nada quisieron hacer!

Hace mucho tiempo vivía el dolor de extrañarlo
y por ello al verlo desarropado y sucio
quitó el seguro de la puerta
y le dio la mano para entrar.

Más tarde se preguntaba
¿Qué sucedió?
¿Dónde quedó papá?
¿Era el mismo que me arrullaba?
¿Por qué nubla mi mente el dolor?
No sé si es tristeza o furia,
lo que me cierra la garganta.
para poder gritar,
¡Me dueles en el alma!


Olores

Olores



Todo lugar tiene un olor:

cebollas para el mercado,

grama cortada para el camposanto,



Caminé las calles que olían a tomate y carbón,

con sus palomares amontonados en callejones

puertas comunales que abren cien veces al día

pero no cierran la desdicha al atardecer.



Cuatro calles nada más,

que olían a tierra mojada y frijoles volteados

calles que parecían cambiar de color

cada vez más brillantes y menos olorosas

cada vez, más espaciosas.



Llegué a un lugar de hermosos jardines que entre rejas

albergan perros que parecen de algodón.

Busco olores en el ambiente,

nada llama mi atención,

nada huele a humano,

nadie habita en la mansión.

En la ventana

En la ventana

Está el florero que oxida las rosas de cobre,
se acumula polvo al no abrirla desde tu funeral,
se refleja el sol en el espejo quebrado,
que cayó y calló todo cantar.

En esa ventana se empaña la risa,
y se agrieta el dolor,
por el sismo 
que me vistió de luto y silencio.

En la ventana espera,
mi padre, el tuyo y el viento,
que saben que debe pasar
saben que no puedo quedarme 
encerrada en la oscuridad del vacío.
debo abrir la ventana,
debo observar la inmensidad 

Un lugar común

Un lugar común

En esa mesa todo era alegría
la niña reía vestida de tul
la tía, envuelta en su perraje, bebía
y todos escuchaban al abuelo
contar la historia del guayabal.

En esa casa todo era nostalgia
las paredes negras de la cocina ahumada
las bancas lustrosas por el paso del tiempo,
y los cuadros amarillos de almanaques viejos.

En esa calle todo era público
la pileta de doña Tonita,
el patio de don Germán,
los gritos de don Aroldo
que peleaba con los muchachitos del lugar.

En esa aldea todo era invisible
el dolor, la pobreza y la resignación
se percibían al llegar
pero nadie las mencionaba
todos querían olvidar.

En algún cajón

En algún cajón

"En algún cajón de la casa tengo tu ombligo",
esas frases que sorprenden a los niños
ajenos a todo el valor que encierra
tan exótico recuerdo,
esas frases que emocionan a las abuelas
y divierten al extranjero.

"Lo tengo sequito, con fecha en un pañuelo",
hablaba despacio y muy quedito,
con una mirada que recorría cada rincón
como buscando el tesoro de una madre que,
pareciera querer mostrar la evidencia,
pero ella necesita que todos comprendan, 
el origen de tan grande amor.

2:00 a.m.

2: a.m. 
Es de madrugada
Parpadeo lento y puedo ver
el reflejo de los postes
en medio del asfalto,
no es un paisaje, pero es bello.

Siento el frío
y recuerdo Panajachel
después de un apagón,
refugiados a la orilla del lago,
elevados sobre todos,
en una caseta de metal

Veo el reloj y son las dos,
Mis pupilas se dilatan,
y de pronto:

Una bomba de sonidos estalla
y entiendo dónde estoy.
Puertas azules de metal,
luces intermitentes,
y por radio notifican,
que he identificado tu cadáver.

Una insistente voz
me ofrece en veinticuatro cuotas
la ostentosa y pulcra sala velatoria,
con una cómoda habitación adjunta,
para poder llorarte en soledad
o talvez dormir,
y sentirte frío
como entonces.

NO

brevedad

TIPOGRAFÍA URBANA III





III

Bajo el potente olor a poder,
Mortales ebrios,
Perpetúan su prole,
En las sillas ediles,
decoradas de caridad y empatía.

Algunos murmuran,
Que en la quinta ventana, 
de cada palacio, 
tales mortales conversan,
de las miserias que administran.

Algunos murmuran,
Que en la quinta ventana, 
De este palacio,
Se ha pactado callar los ruidos,
Y pintar la plaza con colores de paz.

Algunos murmuran,
Que en la quinta ventana, 
De su palacio,
Se ha visto un fantasma,
Y otros aseguran que ahi nadie habita más.

Algunos ya ni murmuran,
Pues desde la quinta ventana,
Observan las miles de cámaras de "seguridad".

Ahora hasta las sillas ediles,
Mastican de rabia y guardan silencio,
Quienes las ocupan, 
no las dejan hablar.

Marian Godínez

TOPOGRAFÍA URBANA II




II

Un puente desnudo 
Extiende sus brazos 
Y paso por su espalda.
Sé, que su barranca cuna,
Le acoge mientras, de rodillas,
Observa el hilo de aguas negras 
Que dibuja una serpiente ahogada.

Sobre sus hombros, muchos han admirado 
Lo diminuto de la existencia humana,
Lo imponente de la verticalidad, 
Lo que el viento intenta gritar,
Pero es ahogado por los motores y las bocinas.

Sobre las casitas amontonadas,
Que decoran su habitación, 
Hay luciérnagas que, solidarias,
Disfrazan todo aquello de urbanidad.

Hermoso gigante,
Solitario testigo,
Sobre ti, me quedo dormida,
Sobre ti, intento imaginar
cómo eras, cuando no existías.


TOPOGRAFÍA URBANA I



I

Encerrado en menos de un metro cuadrado,
Observas a todos disfrutar del espacio,
Aunque te acompañe por siempre,
la luz del poste vecino,
Te mueves lento en dirección al sol.

Aspiras y toses,
Murmuras y lloras,
Te inclinas por ratos,
Como buscando algo,
Que se perdió...

Como si maldijeras tu hogar.

Un ahumado verde oscuro te rodea
Y tu corteza pareciera más carbón que madera,
Ya no llores,
Ya no veas,
Ya no sientas más tristeza.

Pronto ampliarán el asfalto,
El "anhelado progreso" te afectará,
¡Lo siento amigo!
me despido de tus raíces,

ahora negras.

Te extrañaremos:
La modesta luna,
Tu insomne admiradora,
Y los tristes azulejos de la región.

Marian Godínez