Un túnel de ramas oscuras
me debora en esta carretera
que conecta la nostálgica irreverencia,
con la sensatez de mi ahora.
Hé perdido de vista la luna,
no sé si está amaneciendo a media noche
o si quizás esta oscilante hora
no sea más que un medio día muy nublado.
Las aves cantaban hace dos o tres horas,
pero no me percaté del momento exacto
en el que su trinar fue menguando
con la hermosa melodía de los grillos.
De repente; la nada.
Esa señora que desafía la física
e inspiró a Sartre para definirla como
como la libertad y la conciencia,
se presenta imponente para burlarse
de mi confusión y rebeldía.
El embudo final de mi trayecto
desemboca disipando ramas, trinos,
grillares y silencios,
no pude hacer más que levantarme
de esa banca y escribir.
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